Origen
e inicio de la filosofía en Grecia.
A. los
griegos
Decía Ortega y Gasset[i][1]
que "el hombre se dedica a esta extraña ocupación que es filosofar cuando
por haber perdido las creencias tradicionales se encuentra perdido en vida.
Esa conciencia de ser perdimiento radical, de no saber a qué atenerse, es la
ignorancia"
y que "para que la filosofía surja es menester que el hombre haya vivido
antes de otros modos que no son el filosófico. Adán no pudo ser filósofo o, por
lo menos, sólo pudo serlo cuando es arrojado del Paraíso. El Paraíso es vivir
en la creencia, estar en ella, y la filosofía presupone haber perdido ésta
y haber caído en la duda universal. (...)
La filosofía
sólo puede brotar cuando han acontecido estos dos hechos: que el hombre ha perdido
una fe tradicional y ha ganado una nueva fe en un nuevo poder de que se descubre
poseedor: el poder de los conceptos o razón. La filosofía es duda hacia todo lo tradicional;
pero, a la vez, confianza en una vía
novísima que ante sí encuentra franca el hombre."[ii][2] Y en estos conceptos, como en tantos
otros relativos a la presencia clásica entre nosotros, Ortega tenía
razón.
En
efecto, el hombre griego durante muchos siglos vivió como Adán en el Paraíso,
vivió aferrado a las creencias que se plasmaban en el mito y que, para él, como
para tantos otros pueblos del mundo antiguo, hacían del caos vivencial y
material un cosmos, en el que cada estructura, acto, creencia o forma de asumir
el mundo encontraba su anclaje en el ámbito heredado e incomprobable e indemostrable
del mito. Es opinión unánime entre los estudiosos de la filosofía y mitología
griegas que el nacimiento de la filosofía coincide con la actividad intelectual
provocada por la problematización del mito, en el sentido de que surge cuando
se pone en tela de juicio ese relato tradicional heredado, intemporal,
protagonizado por seres por encima de los ordinario, aceptado como acto de fe y
no de razón, que se evidencia en sí y por sí y no precisa demostración, y que
pretende dar una explicación global o parcial del cosmos y de las coordenadas
en que vive inmerso el hombre, operando a la vez en el universo humano por su
valor paradigmático[iii][3].
Allá en la
Jonia y en la Magna Grecia, zonas fecundas en poetas, y posteriormente en
Atenas, hombres osados y curiosos, profundamente innovadores[iv][4]
con frecuencia aislados socialmente, que con el tiempo se convertirán en
herederos de los poetas en el terreno de la educación, se muestran renuentes a
aceptar la sabiduría socialmente admitida, transmitida por el poeta-sabio, y
allá donde el mito exige fe, ellos exigen demostración y, en consecuencia,
aceptación por la razón, allá donde el cosmos aparece como producto de agentes
personales por encima de lo ordinario, de existencia presunta pero no
comprobable, ellos lo sustituyen por "principios",
"elementos" o causas naturales, cuya interrelación hace comprensible
nuestro cosmos, allá donde el mito, por su valor paradigmático, explica lo
actual y cotidiano, estos hombres realizan la inversión, de forma que "los
acontecimientos primitivos, las fuerzas que produjeron el cosmos, se conciben a
imagen de los hechos que se observan actualmente y tienen una explicación
análoga. No es lo original lo que ilumina y transfigura lo cotidiano; es lo
cotidiano lo que hace inteligible lo original, ofreciendo modelos para
comprender cómo se formó y ordenó el mundo"[v][5].
Es la inversión del mundo mítico.
Por tanto, podemos decir con C.
Ramnoux[vi][6]
que la filosofía nace de la actividad intelectual provocada por la problematización
del mito y consiste, inicialmente, en el intento de ofrecer una explicación
basada en la razón, plasmado en un relato explicativo que puede ofrecer
demostración mediante argumentos lógicos. Sin embargo no nos llamemos a engaño.
El "milagro" griego nunca pudo abandonar el mito. Desde la Jonia del
siglo VI a. C. a la Atenas del siglo V p. C. el mito está presente en todas y
en cada una de las escuelas filosóficas, de forma que podemos decir con Kirk[vii][7]
que "hasta cierto punto, la historia de la cultura griega es la historia
de sus actitudes ante el mito" o, con
palabras de W. Jaeger, que "debemos considerar la historia de la
filosofía griega como el proceso de progresiva racionalización de la concepción
religiosa del mundo implícita en los mitos"[viii][8].
Pero
hemos de advertir que en esta primera fase de la filosofía griega, en
ocasiones, más que ofrecer una explicación no vislumbrada por el mito, nos
encontraremos a veces con un re-decir lo anterior, lo mítico, con otro
lenguaje, cambiando los agentes personales sagrados por principios, causas o
elementos cotidianos, constatables y operantes en el mundo de los sentidos.
Encontraremos, en ocasiones, que se trata de un re-decir racional, físico y
ontológico, de las cosmologías y
teogonías míticas, lo cual indudablemente es no pequeña diferencia. De ello se
dio cuenta, decenios atrás, Francis McDonald Cornford[ix][9], contra la
posición defendida por J. Burnet[x][10],
quien veía un abismo entre el pensar lógico y el pensar mítico, mientras que
Cornford abogaba por el anclaje mítico de la primera filosofía griega, por la
trabazón de mito y filosofía en sus inicios, noción que los estudios
posteriores han venido a corroborar. "La musa filosófica, decía[xi][11],
no es una Atenea sin madre: si el intelecto individual es su padre, su
antepasado más antiguo y augusto es la religión". De ahí la tendencia aún
hoy día a incluir, con mayor o menor extensión, en los manuales o
recopilaciones de textos filosóficos esos autores y textos, considerados
prefilosóficos o protofilosóficos, del tipo de Hesíodo, Ferécides, Orfeo o
Museo, ya sea en Diels-Kranz, Kirk-Raven, Guthrie, Ueber-Praechter o Giorgio
Colli.
Todavía Aristóteles[xii]],
aun censurando a veces con acritud a poetas como Hesíodo, consideraba que había
chispas de verdad en los mitos narrados por ellos. Los consideraba como
"primeros teólogos", en el sentido de que habían expuesto doctrinas
sobre los dioses míticamente y establecía paralelos esclarecedores entre ellos
y los filósofos naturales. Los teólogos representarían la primera etapa del
pensamiento humano prefilosófico y reconocía que el hombre amante de los mitos,
el philómythos, es, en cierta medida,
un philósophos[xiii][13], un
"amante de la sabiduría" y ello será una tendencia que se mantendrá a
lo largo de todo el mundo antiguo. Máximo de Tiro, por ejemplo, ese
representante del platonismo medio de la segunda mitad del siglo II p. C.,
dedicaba su Discurso IV al siguiente
problema, reflejado ya en el título, <<¿Quiénes se han expresado mejor
sobre los dioses, poetas o filósofos?>>, concluyendo que tanto unos como
otros, filósofos y poetas, han enseñado sobre los dioses la misma doctrina,
unos abiertamente, otros en lenguaje figurado, unos con una filosofía en verso,
otros con una filosofía en prosa, unos para una humanidad no corrompida,
sencilla y cándida, propia de una raza de oro, otros para una humanidad adulta,
incrédula y maliciosa, propia de una raza de hierro, prefiriendo el filósofo de
Tiro el lenguaje mítico, el enigmático de la poesía, añadiendo en otro discurso[xiv][14]
que los modernos, al arrancar todos los velos, han dejado a la filosofía al
nivel de una mujer pública al alcance de cualquiera. Digamos, atenuando el duro
lenguaje del tirio, que la filosofía, desde su punto de vista, habría despojado
a los grandes interrogantes humanos con su solución mítica de lo que tenían de
misterioso y majestuoso, llevándolo a los límites del buen sentido, de lo
vulgar y cotidiano.
[1] José Ortega y Gasset, Obras
Completas, Madrid, 1983, vol. VIII, p.
267.
[2] Vol. VIII, p. 268.
[3] Cf. E. A. RAMOS JURADO, "En
torno a la formalización del mito como narración", Philologia Hispalensis
III, 1, 1988, pp.103-110.
[4]
Cf. A. A. LONG, "The scope of early Greek Philosophy", The Cambridge
Companion to Early Greek Philosophy, A. A. LONG (Ed.), Cambridge, 1999, pp.
1-21.
[5] J. P. VERNANT, Los orígenes del
pensamiento griego, Barcelona, 1992, p.
116.
[6]
"Philosophie et mythologie. D' Hésiode à Proclus", Y. BONNEFOY (Ed.),
Dictionnaire des Mythologies, Paris, 1981, II, pp. 256-262; Études
présocratiques, Paris, 1973-1980.
[7] El mito. Su significado y funciones
en las distintas culturas, Barcelona, 1973, p. 291.
[8] Paideia: los ideales de la cultura
griega, México, 1967, p. 151.
[9] De la Religión a la Filosofía,
Barcelona, 1984; Principium sapientiae. Los orígenes del pensamiento filosófico
griego, Madrid, 1988; Antes y después de Sócrates, Barcelona-Caracas-México,
1980.
[10] La aurora de la filosofía griega,
México, 1944.
[11] De la religión a la filosofía, p.
9.
[12]
Metaph. XII 8, 1074 b 1-14.; III 4, 1000 a 5-19.
[13]
Metaph. I 2, 982 b 18-19.
[14] Or. XXVI 2.
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